domingo, 27 de noviembre de 2016

Josefina Aldecoa .Historia de una Maestra


Josefina Aldecoa (La Robla, León, 8 de marzo de 1926 – Mazcuerras, Cantabria, 16 de marzo de 2011) Escritora y pedagoga española, directora del Colegio Estilo.

Estuvo casada con el escritor Ignacio Aldecoa, de quien adoptó tras su muerte en 1969 su apellido para su carrera literaria.

La vida de Josefina Aldecoa es una de estas existencias que ya podemos resumir como ejemplar y representativa de lo que fue su tiempo y su espacio, y al que ella misma, en uno de sus primeros libros, etiquetó como nadie en 1983: "Los niños de la guerra", una breve pero muy representativa antología de aquella generación de intelectuales y escritores que heredó lo imposible, lo que era inconcebible heredar: la nada de un país autodestruido y arruinado después de la guerra civil. Una vida vertebrada en dos columnas fundamentales, la pedagogía y la literatura, que la han mantenido viva y fértil.



Nacida en una familia liberal de la burguesía rural, hija de negociante y de una estirpe de maestras que al parecer también la marcó genéticamente, cursó estudios superiores en León y Madrid, y tuvo la suerte de caer en el interior de un grupo surgido en la Facultad de Letras de Madrid que la reunió nada menos que con el citado Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos, Alfonso Sastre, Medardo Fraile, Carmen Martín Gaite, Rafael Azcona o gente más alejada como Ana María Matute, Juan Benet y Luis Martín Santos. 





Tras sus estudios de pedagogía y un viaje a Londres, se casó con Aldecoa, tuvo una hija, viajó por Europa y Estados Unidos, publicó un libro de relatos, A ninguna parte, y acompañó a su marido en su corta e intensa carrera como novelista y cuentista que marcará para siempre la evolución de nuestra literatura del siglo XX.

En 1959 fundó en Madrid el Colegio Estilo, la que fue para ella su gran obra , situado en la zona de El Viso, Madrid, inspirándose en las ideas vertidas en su tesis de pedagogía, en los colegios que había visto en Inglaterra y Estados Unidos y en las ideas educativas del Krausismo, base ideológica de la Institución Libre de Enseñanza: "Quería algo muy humanista, dando mucha importancia a la literatura, las letras, el arte; un colegio que fuera muy refinado culturalmente, muy libre y que no se hablara de religión, cosas que entonces eran impensables en la mayor parte de los centros del país"


La muerte repentina de Ignacio Aldecoa en 1969 supuso un terrible mazazo en la vida difícil, aventurada y aventurera de aquella joven madre y aprendiza de escritora, que tardó bastante en reponerse de la tragedia.

Su intenso y profundo trabajo del colegio, sus viajes y experiencias en el mundo de la formación, y el apoyo de sus amigos le ayudaron a salir del bache, merced también a la herencia de su marido, de la que empezó a ocuparse también, y de donde salió aquel primer libro antológico de 1983 (Los hijos de la guerra) y una gran edición que reunió, tras su gran introducción personal, los Cuentos completos de Aldecoa en 1995.

En la segunda mitad de los ochenta publicó tres novelas, basadas en temas de la mujer y sus problemas amorosos, que alcanzaron una buena repercusión, La enredadera, Porque éramos jóvenes y El vergel, pero su triunfo más importante lo alcanzaría en los noventa con otras tres novelas basadas en las vidas de algunas mujeres maestras, republicanas y exiliadas: Historia de una maestra, Mujeres de negro y La fuerza del destino, que alcanzaron una gran repercusión popular. Y tras un relato infantil, la recuperación de Fiebre, unas "confesiones de una abuela", y otra novela más, El enigma, sobre el fracaso de las relaciones amorosas, entrega esta memoria de su propia vida, En la distancia, que es una especie de recopilación vital, de testamento, de testimonio y de resumen de muchas otras existencias que han marcado nuestras vidas personales y colectivas.

Añadiría el sentido de conservación de la naturaleza que inspiran muchos de sus últimos libros, y la habilidad y sabiduría que ha adquirido en sus descripciones de esa misma naturaleza en la que deposita al fin y al cabo las esperanzas finales

En 2003 obtuvo el Premio Castilla y León de las Letras



Historia de una maestra 





Historia de una maestra es un viaje por la memoria colectiva de un país, España, antes de que ésta se rompiera en dos. Es la narración de su vida que Gabriela, la protagonista, le hace a su hija Juana. Una vida que comenzó con consistencia aquel día en el que se acabó la carrera de magisterio en Oviedo y se abrieron las puertas de su futuro. Y ese día, en esa ciudad del norte, tenía lugar la boda entre una jovencita de buena familia con un tal Francisco Franco, al que consideraban poca cosa para ella. Un hombre que marcaría el destino de Gabriela igual que marcó el de todos los españoles, sin saberlo entonces. Era el año 1923 y nadie sabía todavía quién era ese militar bajito, feo y de vocecilla insulsa. Y la historia de España parecía avanzar hacia un futuro lleno de luz que se truncaría con la Guerra Civil.



La novela está dividida en tres partes: El comienzo del sueño, El sueño y El final del sueño.  En la primera parte, la historia de Gabriela nos lleva a uno de esos pueblos sin nombre de la provincia de León, un pueblo donde la vida era hostil, el frío se pegaba a los huesos y las noches eternas. Poco después, cuando la profesora tuvo la oportunidad de elegir el lugar donde quería dar clase, eligió lo que nadie quería: la Guinea Española. Esa parte me ha conmovido especialmente, por el entusiasmo de la protagonista, por entregarse a esos niños de caras negras y dientes blancos y radiantes, porque el corazón se encoge cuando un pequeño recibe con alegría aquello que más valor tiene: una lección aprendida. Y porque, a pesar de todo, algunas cosas no han cambiado tanto y "el hambre de África no terminará nunca. África es la víctima del hombre blanco", tal y como señala la protagonista.


 



La segunda parte coincide con el regreso a la Península de la profesora, después de tener que dejar Guinea por una enfermedad. Fueron los años del sueño. De la República que hizo tanto por la educación. Hay aquí un pasaje que me ha emocionado hasta las lágrimas en el que se relata una misión pedagógica de aquellos años. Y la última parte, la más triste, es la que condujo a España a esa guerra. Gabriela y su marido, Ezequiel, daban clases entonces en Los valles y la revolución de Asturias de 1934 marcaría su vida.




Historia de una maestra es una novela que  desprende ternura y belleza. Desprende amor por la educación, por la cultura que hace a los hombres justos y libres. La pasión de enseñar a leer a los niños negros de Guinea, a los niños y niñas de los pueblos humildes de Castilla. El valor de la cultura alejada de las doctrinas religiosas que moldean los pensamientos.

En este libro brillan sentimientos cargados de autenticidad. Desde la más pura alegría republicana que se palpita entre sus páginas hasta la congoja que invadió los cuerpos de tantos maestros que veían como su sueño se desintegraba por la barbarie.


(Reseña de Cajón de historias)





Las frases:

La República había conseguido despertar en muchas inteligencias el deseo de aprender, y en los maestrxs, el deseo de enseñar con más pasión que nunca.

Educar para la convivencia. Educar para adquirir conciencia de la justicia. Educar en la igualdad para que no se pierda un solo talento por la falta de oportunidades.

“Yo me decía: No puede existir dedicación más hermosa que ésta. Compartir con los niños lo que yo sabía, despertar en ellos el deseo de averiguar por su cuenta las causas de los fenómenos, las razones de los hechos históricos. Ese era el milagro de una profesión que estaba  empezando a vivir y que me mantenía contenta a pesar de la nieve y la cocina oscura, a pesar de lo poco que aparentemente me daban y lo mucho que yo tenía que dar.”

Al principio te será difícil pero ya te irás acostumbrando. Los chicos son como animales pero hay que domarles. Y cuando no respondan, palo...

Estoy convencida de que lo entendían. Y aprendí una cosa más: que tan importantes eran esas lecciones como las otras, las oficiales, las obligadas por principio, porque todas guardaban relación entre sí, si pretendíamos educar de verdad a aquellos hombres y mujeres en ciernes.

Yo iba a enseñar y al mismo tiempo a aprender.

En resumen, yo fui maestra  porque las condiciones económicas de mi familia así lo determinaron.... Lo que sí es cierto es que cuando niña ya andaba yo jugando con la idea de ser maestra. Tenía una maestra joven y  alegre y muy paciente y los niños la adorábamos. No sé si la influencia de la maestra también pesó en mi ánimo junto a las opiniones de mi padre.

… la educación y la cultura para ser capaces de sacar el país adelante…habrá que intentarlo todo si queremos que nuestros hijos lleguen a ser un día libres y, educados como los niños de Francia o Inglaterra...

«Ya saben hablar», me decía. «Han aprendido a expresar lo que piensan...»

“La escuela es del Estado, la paga el Estado y eso quiere decir que es de todos, los listos y los tontos, los aplicados y los vagos. Todos tienen derecho a recibir una buena educación.”

“Educar para la convivencia. Educar para adquirir conciencia de la justicia. Educar en la igualdad para que no se pierda un solo talento por falta de oportunidades...”

“El trabajo era mi medicina, mi estímulo, lo único que me conservaba firmemente asentada en la realidad.”