domingo, 27 de octubre de 2013

Mujer y Brujería II . La Caza de Brujas

 Las brujas  perseguidas y condenadas en Occidente, eran de todas las edades y condiciones, y de diversas confesiones religiosas, con frecuencia parteras o curanderas, pues los remedios de estas últimas se basaban en una farmacopea tradicional, consistente en brebajes y también en infusiones o decocciones de raíces y de hierbas, o sea lo que se conoce como « fitoterapia». La población de entonces, esencialmente rural, no tenía otro recurso para intentar tratar algún mal que recurrir a estos procedimientos ancestrales, los que claro, a la consideración de personas más cultas daban que pensar en la magia y en la brujería. Las persecuciones empezaron al comienzo del Medioevo, Clodoveo I, rey de los francos del año 481 al año 511, promulgó la llamada Lex Salica condenando a las brujas a pagar fuertes multas.  Carlomagno, en su código de leyes establecido entre los años 780 a 782, contemplaba la prisión para los adeptos a la brujería. Paralelamente a estas represiones, se desarrolló toda una literatura de inquisición, más de dos mil escritos denunciando los poderes maléficos de las brujas; y entre esos títulos figuran, entre muchos otros: Le Marteau des sorcières, primer libro de bolsillo; De la démonomanie des sorciers de Jean Bodin; Discours exécrable des sorciers de Henry Boguet. Pero es en 1326, a través de una bula pontificia del papa Juan XXII, cuando podemos decir realmente comienza una exacerbada persecución a las brujas, la que se extendió por cerca de cuatro siglos. Claude Seignolle expresa que los procesos y ejecuciones en relación a brujerías, sobre todo conciernen a mujeres.El estereotipo de una bruja está presente desde los juicios de los años 1420-1430, y se mantuvo durante más de dos siglos, aunque al promediar ese siglo XV es claro que aún no estaba bien definido y desarrollado. En realidad fueron los procesos judiciales y la tradición libresca, los que afirmaron y detallaron ese estereotipo. Y durante esos procesos dirigidos contra las brujas y los magos, las creencias y los mitos se establecieron y se consolidaron.Después de haber vacilado en decretar la realidad de la brujería, la Iglesia Católica del siglo XV decidió publicar la bula apostólica Summis desiderantes affectibus en 1484, seguido de un manual demonológico, Malleus maleficarum o Martillo de las brujas, escrito por dos inquisidores domínicos, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger ,que se merece por su enorme misoginia un capítulo aparte

En 1563, Jean Wier, médico en la corte del ducado de Cléveris, deseoso de suavizar y atemperar las primeras persecuciones, afirmó que consideraba a las brujas como simples espíritus perdidos, lo que Michel de Montaigne compartió y reafirmó en la reedición de sus ensayos en 1588 allí se aconseja tratar a estas mujeres como afectadas de locura, sometiéndolas a un tratamiento con helleborus. Las ejecuciones de brujas se legitimaban por las confesiones que los inquisidores les arrancaban, a menudo bajo tortura, o engañando y confundiendo a las inculpadas con promesas mentirosas. Y Jean Bodin apoyaba y justificaba estos abusos: « Es cosa virtuosa, necesaria, y laudable, de mentir y engañar con tal de llegar a la verdad y salvar la vida de inocentes, y es condenable no recurrir a estas prácticas, arriesgando que los males y que la destrucción continúen». Al inicio solamente desarrollados y dirigidos por gente de Iglesia, los procesos por brujería fueron luego encargados a los laicos. En 1599, el rey Jacobo I de Inglaterra mostró como es posible probar la culpabilidad de una indagada, pinchándola, o bien echándola al agua: si se la pinchaba y no sangraba, la susodicha era reconocida como culpable de brujería; y por su parte, si se tiraba al agua a la mujer y no se ahogaba, también ello se interpretaba como signo de que la indagada era una bruja. Puesto que generalmente se asocian Edad Media con las brujas y con las brujerías, y ello no es arbitrario, no es de extrañar que los siglos XVI y XVII fueran los que sufrieron las persecuciones más horribles y numerosas. Los procesos de brujería fueron casi exclusivamente en contra de las mujeres. La locura colectiva surgió cuando los tribunales civiles suplantaron el monopolio de la Iglesia en relación a todo lo concerniente a la brujería.La « caza de brujas» conoció dos etapas álgidas : la primera entre 1480 y 1520, y la segunda entre 1560 y 1650. No obstante lo señalado, corresponde aclarar que la « imagen estereotipada» de las brujas se fue conformando poco a poco entre los años 1400 y 1450, y que las últimas persecuciones y los últimos procesos concluyeron hacia el fin del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Historiadores e investigadores estiman hoy día que el número de víctimas se situó entre 50.000 y 100.000, contando tanto los condenados a la hoguera por los tribunales de la Inquisición como los condenados por la Reforma. Obviamente, nos estamos refiriendo a un número elevado de afectados en proporción a la población europea de la época. Y entre estos condenados a muerte, se estima que alrededor del 80 % de las víctimas fueron mujeres. El 20 % restante eran hombres, la mayoría catalogados como « errantes» es decir, pobres y vagabundos, nómadas, judíos y homosexuales. Estas mujeres que fueron acusadas y condenadas ,y en algunos casos también su descendencia, sobre todo si se trataba de niñas, frecuentemente pertenecían a las clases populares, y entre ellas, sólo una minoría hubieran podido ser catalogadas como enfermas mentales o como auténticas criminales. Un medio horrible y despiadado de saber a ciencia cierta si una mujer era una bruja, consistía en tirarla al agua con las manos y los pies atados, para así dificultar el nado. Como en teoría, una bruja era más liviana que el agua, si flotaba y no se ahogaba era rápidamente rescatada y quemada viva, mientras que si por el contrario la mujer se ahogaba, ello era prueba que había muerto inocente. Por lo general, las mujeres de clases privilegiadas escapaban a este tipo de acusaciones y de persecuciones. La creencia en las brujas y los procesos de brujas realmente comenzaron a ponerse en duda en forma más o menos generalizada a partir del fin del siglo XVII. El pastor alemán Anton Praetorius de la iglesia reformada de Juan Calvino, editó en 1602 el libro Sobre el estudio en profundidad de la brujería y de las brujas, en donde se expresaba en contra de la caza de brujas y en contra de la tortura. En Francia, Louis XIV remplazó las ejecuciones a muerte por destierros de por vida, y en Estados Unidos, el juez y el jurado de Massachusetts, responsables del llamado Proceso de Salem (1692-1693), firmaron un arrepentimiento público en el cual se retractaban por lo hecho.En Inglaterra, la ley contra la brujería fue definitivamente abolida en 1736, lo que desgraciadamente no impidió el ahorcamiento de la última bruja inglesa en 1808.


Las últimas condenadas que fueron quemadas en Europa, datan del fin del siglo XVIII y principios del siglo XIX, como por ejemplo Anna Göldin en 1782 en el cantón de Glaris en la Suiza protestante, o como por ejemplo una condenada en 1793 en Polonia. Y respecto de Francia y más precisamente en Bournel, una mujer acusada de brujería fue quemada por campesinos en 1826, mientras que otra en 1856 fue lanzada dentro de un horno en la comuna de Camalès.Uno de los primeros en querer rehabilitar a las brujas fue Jules Michelet quien les consagró un libro en el año 1862. El autor quiso desarrollar en ese escrito un « himno a la mujer, benefactora y a la vez víctima» .Michelet eligió allí presentar a la bruja como una rebelde y como una revolucionaria, al mismo tiempo que como una víctima, y así rehabilitaba o intentaba rehabilitar la imagen de la bruja en una época donde la misma estaba casi totalmente opacada y subordinada por la del diablo. En el libro citado, Michelet acusó directamente a la Iglesia de haber organizado la « caza de brujas» no solamente en el Medioevo, sino también en el correr de los siglos XVII y XVIII.  Sin embargo, fue necesario esperar el surgimiento de los movimientos feministas de los años 1970, para ver claramente planteado este asunto de una manera más moderna y positiva. En efecto, los representantes de dichos movimientos se apoderaron entonces de la bandera de la emancipación, y reivindicaron esta cuestión como símbolo y emblema de su combate en las prácticas subversivas de los movimientos feministas.

 Fuente:Wikipedia