martes, 29 de octubre de 2013

Mujer y Brujería.” Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria” de Silvia Federici





Silvia Federici (Parma, Italia1942) Escritora, profesora y activista feminista estadounidense. Es autora del  libro” Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria” escrito en 2004, donde expone de forma rigurosa las razones políticas y económicas que se ocultaron tras la caza de brujas. Federici fija su punto de mira en la violenta transición del feudalismo al capitalismo, donde se forjó a fuego la división sexual del trabajo. Según ella este es un buen ejemplo de cómo la Historia la escriben los vencedores. A mediados del siglo XVIII, cuando el poder de la clase capitalista se consolidó y la resistencia en gran parte fue derrotada, los historiadores comenzaron a estudiar la caza de brujas como un simple ejemplo de supersticiones rurales y religiosas. Pocos fueron los que investigaron seriamente los motivos que se esconden tras la persecución de las ‘brujas’ y su correlación con la instauración de un nuevo modelo económico. Fue el Movimiento de Liberación de la Mujer de los años 70 el que reavivó el interés por la caza de brujas. Las feministas se dieron cuenta de que se trataba de un fenómeno muy importante, que había dado forma a la posición de las mujeres en los siglos venideros, y se identificaban con el destino de las ‘brujas’ como mujeres que fueron perseguidas por resistirse al poder de la Iglesia y el Estado. Los bienes comunes no significaban únicamente un medio de subsistencia, de paliar la desigualdad, sino también todo un sistema de organizar las relaciones sociales; eran las bases para un tipo de vida democrática en el que la gente tomaba decisiones conjuntamente, mediante asambleas campesinas en donde la circulación de conocimiento se producía de forma colectiva. A su manera, los bienes comunes son un cierto tipo de poder y es ahí cuando Federici se da cuenta de que el capitalismo necesitaba acabar con ellos; no sólo apartar a la gente de la tierra sino destruir este tipo de relación comunal que implica que muchas formas de trabajo se realizaban colectivamente, incluyendo a las mujeres. La gente decidía conjuntamente cuándo sembrar, cuándo cosechar de forma colectiva. Y esto generaba unos lazos muy profundos lo que explica también que las luchas fuesen tan intensas y prolongadas. La caza de brujas produjo una misoginia feroz ya que propagó una imagen horrible de las mujeres convirtiéndolas en asesinas de niños, sirvientes del demonio, destructoras de hombres, seduciéndolos y haciéndolos impotentes al mismo tiempo. Las consecuencias de la caza de brujas son claras: es un elemento fundacional del capitalismo y supone el nacimiento de la mujer sumisa y domesticada. La caza de brujas, así como la trata de esclavos y la conquista de América, fue un elemento imprescindible para instaurar el sistema capitalista moderno, ya que cambió de una manera decisiva las relaciones sociales y los fundamentos de la reproducción social, empezando por las relaciones entre mujeres y hombres y mujeres y Estado. En primer lugar, la caza de brujas debilitó la resistencia de la población a las transformaciones que acompañaron el surgimiento del capitalismo en Europa: la destrucción de la tenencia comunal de la tierra; el empobrecimiento masivo y la inanición y la creación en la población de un proletariado sin tierra, empezando por las mujeres más mayores que, al no poseer una tierra que cultivar, dependían de una ayuda estatal para subsistir. También se amplió el control del Estado sobre el cuerpo de las mujeres, al criminalizar el control que estas ejercían sobre su capacidad reproductiva y su sexualidad por eso las parteras y las ancianas fueron las primeras sospechosas. 







El resultado de la caza de brujas en Europa fue un nuevo modelo de feminidad y una nueva concepción de la posición social de las mujeres, que devaluó su trabajo como actividad económica independiente  y las colocó en una posición subordinada a los hombres. Este es el principal requisito para la reorganización del trabajo reproductivo que exige el sistema capitalista. En la Edad Media ejercían las mujeres un control indiscutible sobre el parto, en la transición al capitalismo “los úteros se transformaron en territorio político controlados por los hombres y el Estado”. La destrucción del control que las mujeres en la Edad Media habían ejercido sobre la reproducción, se asocian con la nueva concepción que el capitalismo ha promovido del trabajo. Cuando el trabajo se convierte en la principal fuente de riqueza, el control sobre los cuerpos de las mujeres adquiere un nuevo significado; estos mismos cuerpos son entonces vistos como máquinas para la producción de fuerza de trabajo. El control de la capacidad reproductiva de las mujeres es también un medio de controlar la sexualidad de las mujeres y nuestro comportamiento en general.